Ambientada en 1982, Black Phone 2 sigue a Finney (Mason Thames), ahora un adolescente perturbado por sus traumas y adicto al cannabis, mientras su hermana Gwen (Madeleine McGraw) toma el centro narrativo. Son sus visiones, angustiantes y saturadas de simbolismo religioso, las que empujan la historia hacia un campamento nevado (Alpine Lake) donde los ecos del pasado no están enterrados, solo congelados.
En Black Phone 2 se siente un pulso obsesivo por formalizar el terror de los sueños, no como mera alegoría, sino como una realidad encarnada. Cada secuencia onírica parece tejida con película de grano viejo, con bordes difuminados, como si se hubiera encontrado una película perdida de Maya Deren en la que los sueños toman cuerpo físico. La atmósfera, helada, opresiva y cargada de una música incisiva y sonidos que retumban, refuerza esa sensación de que los terrores nocturnos no se disuelven al despertar, sino que persisten, se infiltran en la vigilia y hacen del mundo real un sueño perturbado.
Bad dreams haunt 15-year-old Gwen as she receives calls from the black phone and sees disturbing visions of three boys being stalked at a winter camp. Accompanied by her brother, Finn, they head to the camp to solve the mystery, only to confront the Grabber -- a killer who's grown even more powerful in death.
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